En aquellos casos en los que la presencia de un terapeuta profesional no sea urgente, una misma persona puede proporcionarse su propio auto tratamiento.
Hay ocasiones en que el dolor es intenso y repentino. Sabemos que no nos pasa nada grave y que no necesitamos la visita de un doctor o de un reflexólogo. Supongamos que nos duele la cabeza, o tenemos indigestión producto de la comida pesada y picante de anoche, o cualquier otro trastorno que más adelante detallaremos.
Bueno, entonces, mejor que acudir a nuestro botiquín para tomar una aspirina o unas cuantas gotitas de líquido hepatoprotector, pensemos en nuestros pies, busquemos la manera natural de aliviar el dolor.
Y esa manera, claro está, se llama reflexologia. De todas formas, es preciso aclarar que tratarse uno mismo no es comparable a la riqueza que posee un tratamiento ejercido por un terapeuta, puesto que el terapeuta conoce las técnicas de manera profunda y sabe con precisión de relojero que puntos estimular.
Pero además, el placer que proporciona que sea otra persona quien realice el tratamiento no se compara, tampoco, con que lo emprenda uno mismo.
El contacto de la piel del terapeuta con la piel del paciente posee connotaciones interesantes a la hora de la relajación y la cura. Así y todo, el auto tratamiento es factible.
Reflexología para ejercitar a solas y en casa
Antes de avanzar con los ejercicios que el paciente deberá emprender para su auto tratamiento, ilustraremos las zonas reflejas en pies y manos, de manera tal que el lector pueda estudiar en qué sector se encuentra la conexión con cada área del cuerpo. He aquí, entonces, las ilustraciones correspondientes: Ahora mismo, aunque no experimente dolor alguno y no necesite de los servicios de la reflexología, se pondrá cómodo y observará con detenimiento sus manos y sus pies. Hay que tomarse los minutos necesarios.
Mirar nuestras manos y nuestros pies como si lo hiciéramos por primera vez. Reconocerlos. Observarlos con tanta atención que su imagen nos quede grabada en la mente, una vez que dejemos de mirarlos.
Examinarlos en detalle. Determinar que no existan lesiones que impidieran el tratamiento. Estudiarlos como estudiamos los dibujos. Y una vez que los conozcamos con la minuciosidad requerida, trasladar los puntos del dibujo, las áreas y las zonas reflejas a nuestras manos y nuestros pies.
